Los países emergentes de rápido crecimiento están tomando medidas cada vez más drásticas para contrarrestar los crecientes precios de los alimentos, ya que cada vez les preocupan más las amenazas para la estabilidad que habría si los precios no comienzan a bajar.
Los gobiernos de los mercados en desarrollo han dado a conocer una lista de medidas, entre las que figuran límites a los precios, vetos a las exportaciones y normas para contrarrestar la especulación en materias primas, para impedir que los costos de los alimentos afecten a sus economías.
Algunos economistas temen que si se producen más alteraciones del suministro, los precios suban aún más, provocando una crisis de precios de los alimentos como la vivida en 2008, cuando el encarecimiento de los costos alimentarios provocó violentos disturbios en el mundo en desarrollo.
Los problemas climáticos, el aumento del poder adquisitivo de la población y la escasa inversión en la agricultura han hecho subir los precios de alimentos como el trigo, el arroz y las cebollas en India. Algunos apuntan al descenso de las tasas de interés en Estados Unidos, Europa y Japón, ya que los inversionistas utilizan la financiación barata para invertir en materias primas cotizadas mundialmente, como el arroz, el azúcar o el algodón, haciendo subir sus precios.
Los costos de la soja en los últimos seis meses han aumentado 46% en el Chicago Board of Trade. El azúcar, aunque está más barato que en noviembre, sigue 34% por encima del precio de hace seis meses en el IntercontinentalExchange.
En respuesta a las presiones de precios, India amplió este mes el veto a sus exportaciones de lentejas y aceite para cocinar. También llegó a un acuerdo con su archienemigo Pakistán para importar 1.000 toneladas de cebollas, ingrediente básico en la cocina cuyo precio se ha puesto por las nubes tras las inundaciones del pasado año.
China y otros países de Medio Oriente han establecido controles de precios o reforzado los ya existentes. Corea del Sur ha rebajado los aranceles a la importación de algunos alimentos.
No está claro si las últimas medidas bastarán para reducir los incrementos de los precios o si son precursoras de iniciativas más drásticas, y potencialmente desestabilizadoras, como el establecimiento de barreras comerciales o el acaparamiento de productos sancionados por el gobierno. Los economistas llevan tiempo diciendo que medidas como los controles de precios no funcionan porque distorsionan los mercados y desaniman a los agricultores a plantar más cosechas.
En su lugar, organismos como el Banco Mundial y Naciones Unidas han presionado a los gobiernos para que inviertan más en nueva producción e infraestructura agrícola como la irrigación, instalaciones de almacenamiento o carreteras del campo al mercado. De hecho, la inversión ha aumentado en muchos países, pero no lo suficiente para cubrir la creciente demanda.
El alza de los tasas de interés, que a menudo se utiliza para contener la inflación, tiende a tener un efecto más limitado sobre los precios de los alimentos a corto plazo porque los precios habitualmente están más relacionados a la oferta y a veces es difícil incrementar rápidamente la producción.
Pero si no se hace nada, se corre el riesgo de que el encarecimiento de los alimentos se traslade también a otras partes de la economía, ya que los consumidores y las empresas suelen percibir un incremento de la inflación.
Las medidas para limitar el encarecimiento de los alimentos hasta la fecha se consideran moderadas en comparación con la locura que ayudó a agudizar el pánico derivado de los precios de la comida en 2007 y 2008. Entonces, países como India, China y Egipto restringieron las exportaciones de arroz para proteger a sus pueblos del aumento mundial de los precios. La acumulación del cereal no hizo sino agravar la situación, ya que sus precios subieron en todo el mundo.
Las economías de ingresos más bajos son más sensibles a la inflación porque los pobres gastan un mayor porcentaje de sus ingresos en alimentos. Cualquier aumento del precio de los ingredientes básicos puede suscitar un malestar generalizado o incluso disturbios.
Tomado de.
WSJ de las Américas
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