sábado, 26 de febrero de 2011

Los problemas de infraestructura obligan la economía brasileña a pisar los frenos .

Cuando volvieron las luces luego de un apagón de varias horas en el nororiente de Brasil a principios de este mes, los problemas sólo estaban empezando para el complejo industrial Camacari, uno de los más grandes del país.

Dos enormes plantas químicas, que fabrican ingredientes para industrias circundantes, fueron cerradas por reparaciones durante casi dos semanas. Colectivamente, la interrupción costó a las compañías, que emplean a 8.000 personas, al menos US$150 millones, dice Manoel Carnaúba, un vicepresidente de Braskem SA, el operador de las dos plantas. "Uno no puede simplemente parar y reiniciar esas cosas", dice. "Las plantas tienen que operar de manera estable para funcionar bien".

Lo mismo podría decirse de Brasil. Siguiendo un salto de crecimiento al estilo de China, una serie de congestiones en la mayor economía de América Latina están impulsando los costos y dificultando su capacidad para seguir creciendo a toda máquina.

Tales congestiones ayudaron a impulsar los precios el año pasado en cerca de 6% en comparación con la meta de inflación del gobierno de 4,5%. El viernes, la tasa IPG-M (Índice de Precios Generales – Mensual, monitoreado por la fundación no gubernamental Getulio Vargas), una medida de precios al por mayor y una guía usada comúnmente para el aumento de los alquileres, se aceleró más rápido que hace tan sólo un mes, impulsando el incremento del índice en un año más allá del 11%.

Los apagones de Brasil, pasando por la escasez de trabajadores calificados hasta un sistema vial en pésimo estado, constituyen puntos de embotellamiento en la economía que ayudan a aumentar los costos de producción y distribución y limitan el suministro de bienes y servicios a un mercado voraz, dificultando la transición del país a una prosperidad sustentada a largo plazo a pesar del sólido crecimiento.

Las congestiones de Brasil son el resultado de la escasa inversión pública durante décadas de estancamiento económico.

La falta de puertos adecuados implica que los barcos en Santos, el puerto más activo del país, a veces hacen cola por hasta un mes sólo para atracar, anotándose cada buque millones de dólares en costos extras antes incluso antes de subir el cargamento. La escasa inversión en escuelas significa una falta de trabajadores cualificados, forzando a algunas industrias a pagar fuertes aumentos salariales sólo para mantener a los que están capacitados.

Las limitaciones revelan debilidades críticas para un país que espera que finalmente este auge económico lo catapultará a la categoría de las naciones desarrolladas. "Este es un período real de prueba para ver si Brasil puede sobrepasar sus limitaciones históricas", dice Antonio Barros de Castro, un economista en la Universidad Federal de Río de Janeiro.

Alimentados por un incremento de la demanda y del valor de sus exportaciones de materias primas, y el rápido crecimiento de una floreciente clase consumidora, la economía brasileña creció casi 8% en 2010, según proyecciones de los datos económicos que serán publicados la próxima semana.

Ahora tales embotellamientos están contribuyendo a la inflación, lo que ha llevado a muchos economistas a rebajar sus previsiones de crecimiento para 2011.

Aunque las proyecciones anteriores estimaron un crecimiento anual de al menos 5%, muchos académicos e inversionistas en semanas recientes han sugerido que 3% ó 4% es más realista. En una conferencia hace poco, el ministro de Hacienda Guido Mantega dijo que el gobierno anticipa un crecimiento de alrededor de 4,5% para 2011, dando marcha atrás en las previsiones del año pasado sobre un crecimiento constante de 6% entre ahora y 2014.

El limitado mercado laboral impone sus propias restricciones al crecimiento. En medio de una fuerte demanda por viviendas, los constructores pasan apuros para evitar que sus ingenieros, gerentes y especialistas en comercio se vayan. A consecuencia de ello, los salarios se han disparado. Después de acuerdos colectivos, los salarios de los trabajadores de construcción en los estados nororientales subieron hasta 17%, casi el doble que el año pasado.

Una semana después del apagón del nororiente, un fallo eléctrico en Sao Paulo, el centro industrial y financiero del país, afectó a 2,5 millones de personas en un concurrido martes por la tarde. Desde 2005, los consumidores brasileños en promedio sufrieron más de 16 horas de cortes eléctricos anualmente, muy por encima del objetivo regulador.

Brasil expandió en gran medida su capacidad de generación tras una serie de apagones nacionales a principios de la década anterior, pero la inversión y el mantenimiento desde entonces ha sido deficiente, dicen los especialistas. Y aunque la red fue diseñada para acomodar el predecible crecimiento de las fábricas y otras industrias, los aumentos ahora provienen de millones de unidades de aire acondicionado, refrigeradores y otros bienes de consumo.

"Brasil no está electrificada para este tipo de crecimiento", sostiene Rafael Schechtman, un director del Centro Brasileño de Infraestructura, en Río de Janeiro.

Tomado de.
WSJ DE LAS AMERICAS

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