El Ibex terminó el viernes pasado por encima de los 9.200 puntos y partirá el próximo lunes desde los 8.596 puntos. Entre estos cincos días no solo media un desplome del 6,8% sino también la certeza de que el primer ministro griego, Yorgos Papandreu, ha llevado hasta el límite a las bolsas europeas y Angela Merkel se ha encargado de suministrarlas el tiro de gracia.
Esta es la peor semana para el selectivo desde que Standard & Poor´s liquidara la triple ‘A’ de Estados Unidos a principios de agosto. Aunque en materia de sensaciones y no de porcentajes, son sin duda los peores cinco días a la que se enfrentado la Unión Europea en mucho tiempo. Son cinco días negros que no olvidarán unos inversores desquiciados y pegados a sus pantallas en busca de un gesto del ministro Papandreu y su referéndum suicida que ha estado a punto de llevarse por delante el fruto de muchos años de esfuerzo.
Más allá de intentar comprender cómo un estado que apenas aporta un 3% al PIB de la zona euro ha sido capaz de desencadenar semajante embrollo, los mercados han puesto en precio la posibilidad real de que Grecia salga del euro por la puerta chica, algo que ni siquiera está claro cómo puede articularse porque no hay un mecanismo que tan siquiera lo contemple.
Al final, los griegos no tendrán que escenificar la pantomima electoral, no se verán obligados a votar si aceptan las medidas de austeridad impuestas por Bruselas, porque Papandreu ha reculado tras sacar un acuerdo con la oposición para establecer un gobierno de unidad nacional.
En medio de toda esta tormenta, el nuevo gobernador del BCE, el italiano Mario Draghi, se estrenó ayer en el cargo con un rebaja de tipos esperada (hasta el 1,25%) y un mensaje incierto y muy preocupante: Vamos hacia la recesión. Sí, será suave pero no por ello dejará de ser una contracción en toda regla del PIB comunitario. Justo lo que nos faltaba para cubrir las brechas ocasionadas por los cañonazos griegos.
Esas brechas tienen nombre y apellidos, un billón euros, que es lo que necesita el fondo de rescate del euro nada más que para ir tirando. El problema es de dónde van a salir. Angela Merkel lo sabe bien, y no ha tenido otra ocurrencia que gritar hoy a los cuatro vientos que casi nadie está dispuesto a invertir un céntimo en este instrumento llamado a servir de cortafuegos. Que no ha servido ya es evidente, visto lo de Grecia. Lo que pase en el futuro solo Merkel y Sarkozy lo saben pero los inversores, por si acaso, han optado por cubrirse las espaldas.
Semejante derroche de optimismo ha ensombrecido una buena noticia que cualquier otra ocasión habría disparado al mercado. Y es que la economía de Estados Unidos ha sido capaz de crear 80.000 puestos de trabajo en octubre, cifra que queda por debajo de los 95.000 empleos esperados por el consenso de analistas. Sin embargo, el dato revisado del mes anterior sube hasta los 158.000 empleos desde 103.000. El dato ha tenido buena recepción en el mercado hasta ese momento.
En el Viejo Continente, el CAC y el Dax terminan con un desplome del 2% mientras que el Ftse británico aguanta el tipo y cierra con suaves y testimoniales recortes. Pero en los otros mercados, la prima de riesgo italiana se ha ido hasta los 453 puntos básicos después de que bono a diez años alcanzara un récord histórico del 6,4%.
Más allá de intentar comprender cómo un estado que apenas aporta un 3% al PIB de la zona euro ha sido capaz de desencadenar semajante embrollo, los mercados han puesto en precio la posibilidad real de que Grecia salga del euro por la puerta chica, algo que ni siquiera está claro cómo puede articularse porque no hay un mecanismo que tan siquiera lo contemple.
Al final, los griegos no tendrán que escenificar la pantomima electoral, no se verán obligados a votar si aceptan las medidas de austeridad impuestas por Bruselas, porque Papandreu ha reculado tras sacar un acuerdo con la oposición para establecer un gobierno de unidad nacional.
En medio de toda esta tormenta, el nuevo gobernador del BCE, el italiano Mario Draghi, se estrenó ayer en el cargo con un rebaja de tipos esperada (hasta el 1,25%) y un mensaje incierto y muy preocupante: Vamos hacia la recesión. Sí, será suave pero no por ello dejará de ser una contracción en toda regla del PIB comunitario. Justo lo que nos faltaba para cubrir las brechas ocasionadas por los cañonazos griegos.
Esas brechas tienen nombre y apellidos, un billón euros, que es lo que necesita el fondo de rescate del euro nada más que para ir tirando. El problema es de dónde van a salir. Angela Merkel lo sabe bien, y no ha tenido otra ocurrencia que gritar hoy a los cuatro vientos que casi nadie está dispuesto a invertir un céntimo en este instrumento llamado a servir de cortafuegos. Que no ha servido ya es evidente, visto lo de Grecia. Lo que pase en el futuro solo Merkel y Sarkozy lo saben pero los inversores, por si acaso, han optado por cubrirse las espaldas.
Semejante derroche de optimismo ha ensombrecido una buena noticia que cualquier otra ocasión habría disparado al mercado. Y es que la economía de Estados Unidos ha sido capaz de crear 80.000 puestos de trabajo en octubre, cifra que queda por debajo de los 95.000 empleos esperados por el consenso de analistas. Sin embargo, el dato revisado del mes anterior sube hasta los 158.000 empleos desde 103.000. El dato ha tenido buena recepción en el mercado hasta ese momento.
En el Viejo Continente, el CAC y el Dax terminan con un desplome del 2% mientras que el Ftse británico aguanta el tipo y cierra con suaves y testimoniales recortes. Pero en los otros mercados, la prima de riesgo italiana se ha ido hasta los 453 puntos básicos después de que bono a diez años alcanzara un récord histórico del 6,4%.
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