jueves, 30 de junio de 2016

Se pagarán o no los Bonos de Venezuela y PDVSA?


Venezuela no atraviesa una crisis de solvencia, sino un problema de liquidez, por lo tanto el riesgo de default es bajo, porque al país y, en especial, a su primera fuente de ingresos, Petróleos de Venezuela (Pdvsa), le resultaría mucho más costoso incumplir sus compromisos financieros que honrarlos, aun cuando, eso signifique un alto precio político.


El diagnóstico es del economista y consultor, Ramiro Molina, quien considera que las firmas calificadoras de riesgo y las bancas de inversión internacionales atribuyen un riesgo excesivo a los bonos de la República y Pdvsa.

El analista explica que este es un fenómeno histórico. Desde que se califican los títulos emitidos por los denominados países emergentes, Venezuela ha sido tratada como una emisora de riesgo muy elevado, incluso a veces excesivamente elevado, a pesar de que no posee un historial de incumplimiento y ha contado con una fuente de ingresos confiable para cubrir sus compromisos.


Para Molina, el país tiene capacidad e instrumentos para mantener limpio su historial crediticio. De hecho, la estructura de tenedores de la deuda venezolana es muy estable, porque, más allá de las contingencias políticas y económicas, el mercado real entiende que este es un país petrolero y que puede encontrar mecanismos de pago, aun en circunstancias difíciles.

“Los fondos de inversión internacionales operan con una visión pragmática, y que no está atada a coyunturas. Desde 2014, los tenedores de la deuda venezolana se han mantenido con los títulos, no ha habido entradas ni salidas volátiles, al punto que, 99,6% de los inversionistas en bonos venezolanos ha mantenido sus posiciones, desde 2014”, explica Molina.

¿Quiénes son los tenedores? 

El economista cifra en 64.000 millones de dólares el stock de títulos de la República y Pdvsa. Sin embargo, en caso de algún problema serio de balanza de pagos, habría que reestructurar 70% de ese pasivo (44.800 millones de dólares), ya que 30% de los títulos está en manos de instituciones del Estado venezolano.

Molina dice que esta es una circunstancia atípica que, en un momento de bajos precios petroleros y, por ende, de disminución sostenida de ingresos, resulta afortunada, porque disminuye la exposición de la República en los mercados.

Otro 30% de la deuda titularizada está en manos de pequeños inversionistas, básicamente venezolanos, que adquirieron emisiones pagaderas en bolívares y denominadas en dólares, con el fin de obtener divisas. 

“Esta fue una política poco afortunada, porque se recogían bolívares y se suministraban dólares a costos financieros muy elevados”, pone en claro Ramiro Molina.

El analista señala que este sector de acreedores puede ser susceptible de caer en la tentación de vender a fondos de especuladores, si perciben que el país pudiera no cumplir sus compromisos.

“Sería un tremendo negocio para los fondos “Buitre”, porque se trata de títulos cuyo precio es muy bajo para el riesgo real que deberían tener. Y, por esta misma razón, su rendimiento es excepcionalmente alto”, advierte.

Otra porción de 30% de la deuda nacional está en manos de fondos institucionales. 

Molina afirma que monitorea los movimientos de más de 400 fondos. “Los 15 principales tienen 15% de la deuda, y no se han ido. Venezuela representa un promedio de 4% o 5% de la cartera de estos fondos. Es más, estos actores han aumentado sus posiciones en Venezuela y Pdvsa, pero se han concentrado en vencimientos de corto plazo, y es en este segmento donde está la mayor presión en 2016 y 2017”.

Según Molina, los gestores de estos fondos tienen una visión global de sus portafolios, junto con una convicción pragmática. Piensan que Pdvsa no puede darse el lujo de incumplir, y si llegara a hacerlo tiene que proponer un mecanismo de acuerdo inmediato, porque correría el riesgo de dejar de operar. De hecho, ya Pdvsa busca un “re perfilamiento” para reducir los picos de su curva de vencimientos en el corto plazo.

Los “mitos”

El economista, ex ministro de Industrias Básicas, y miembro del Centro Internacional Miranda, Víctor Álvarez, tiene una visión menos positiva sobre el manejo de la deuda venezolana. 

“Todos sabemos que 96% de las divisas que entran al país proviene del petróleo y este año, por la situación del mercado petrolero internacional, el ingreso ha quedado por debajo de lo que fue presupuestado. Y eso tiene repercusiones fiscales y monetarias que han llevado a liquidar buena parte de las reservas internacionales y a realizar operaciones de “swap” o pignoración con oro monetario”, apunta Álvarez.

Para el analista, el país ya no tiene la situación de holgura del pasado reciente, que le permitió honrar sin problemas la deuda soberana y de Pdvsa. “Ese margen de maniobra se ha ido agotando y hoy la situación luce cada vez más apretada”.

Álvarez sostiene que la gerencia de la deuda externa está determinada por algunas creencias y mitos que, en su opinión, son erróneos. 

La primera es considerar que la deuda, medida como proporción del Producto Interno Bruto (PIB), es absolutamente manejable, sin tomar en cuenta el componente devaluación en el cálculo del Producto.

Otro mito es que los precios del petróleo se recuperarán como resultado de un pacto de control de producción en la Organización de Países Exportadores de Petróleo. También está la creencia en el supuesto poder salvador del Fonden y, por último, que los países “amigos” o “aliados” van a correr en auxilio de Venezuela.

Álvarez precisa que hay que ver la situación con realismo antes que sea demasiado tarde. “El país no puede seguir como va, porque ya llegó a una encrucijada. Estamos ante la disyuntiva sobre qué y cómo pagar. El ingreso en divisas ya no alcanza para cubrir un nivel adecuado de importaciones esenciales, pagar la deuda externa y honrar las indemnizaciones que ya el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones ratificó que Venezuela debe pagar. Las reservas internacionales están en torno a los 12.000 millones de dólares”, puntualiza.

“Toca, entonces, revisar esa estrategia y sentarse con los acreedores a revisar la curva de rendimientos”, complementa el ex ministro, para quien resulta urgente comenzar a concretar soluciones.

¿Qué hacer?

A decir de Víctor Álvarez, la receta para evitar un eventual default de la deuda venezolana, es clara y posible:

w Recomprar deuda venezolana para aliviar pagos de capital e intereses. Este es el momento, porque los títulos se transan a menos de 50% de su valor.

w Reformular los convenios de PetroCaribe, para que los países beneficiarios paguen a 90 o 120 días como máximo.

- Sustituir importaciones por compras gubernamentales, para ahorrar divisas y estimular el aparato productivo interno.

- Reprogramar los pagos en dólares en obras de infraestructura, vencimientos de bonos y sustituir títulos con papeles a mayor plazo.

- Promoción de inversiones. “Hay que desestatizar las empresas secuestradas por el burocratismo y la corrupción”, enfatiza.

- Reducir el gasto militar.

- Vender Citgo en condiciones adecuadas.

Según Ramiro Molina, la cosa no tendría que ser tan radical, ya que Venezuela tiene margen de maniobra, durante el próximo año y medio, para re perfilar sus acreencias externas.

“Venezuela es uno de los países más solventes del mundo y prueba de ello, es que ha cumplido en período muy duros, como los meses que acabamos de pasar. Se ha pagado la deuda con costos muy fuertes, especialmente en el plano político. Entonces, si el país se dio ese lujo, es porque la solvencia no es el problema”, insiste.

Para el economista, la estrategia seguida por Venezuela ha sido, en esencia, válida. China ha funcionado como prestamista de última instancia y puede seguir haciéndolo. “Es una estrategia global de China. Muchos dicen que China está demasiado expuesta en Venezuela, pero la verdad es que Sierra Leona le debe más, y es un país más inestable”.

Molina afina las cuentas. Venezuela tiene un tramo no utilizado de 5.000 millones de dólares del fondo chino, que podría utilizar con fines distintos a los proyectos originales, y puede conseguir un período de gracia con el gigante asiático de dos o tres años, que aseguraría liberar unos 4.000 millones de dólares por año.

Sin embargo, Molina recomienda un cambio. Hay que trabajar para mejorar la imagen del país en los mercados financieros internacionales para enfrentar con seriedad el fenómeno de la sobrestimación del riesgo-país. “Mientras Venezuela vivió las dos décadas anteriores al 2014, con rendimientos de entre 15% y 20%, el resto de América Latina pagaba entre 4% y 7%”. Y ahora ese diferencial es mucho más alto.

Esto no es Argentina...

Los economistas Ramiro Molina y Víctor Álvarez coinciden claramente en que el default de la deuda no es una opción. Sería una catástrofe. Molina sostiene que la situación venezolana no sería en absoluto comparable con Argentina, que estuvo 15 años en cesación de pagos. La diferencia es que Venezuela tiene activos estratégicos en el exterior, cuyo posible embargo significaría la paralización de las exportaciones de crudo.

“Sería muy costoso dejar de pagar. Pdvsa tiene 44 tanqueros embargables, 13 refinerías fuera de Venezuela y enfrentaría un posible congelamiento de cuentas. ¿Entonces, cómo cobraría el país su crudo y financiaría las importaciones?”.

Argentina no tenía activos fijos y financieros de valor en el exterior. Al final, lo único que le pudieron embargar fue un buque escuela.

“Se decía que no podíamos reducir las importaciones, y en 2015 cayeron a los niveles de 2006 e incluso 2009, pero no teníamos la misma escasez. ¿Por qué hoy tenemos este cuadro? Nos hemos  hecho más ineficientes al administrar los dólares y estamos usando más divisas para pagar deuda, no fuimos ágiles en conseguir financiamiento nuevo, ni en manejar este semi bloqueo del mercado de bonos. Hemos tenido un manejo ingenuo de la deuda”, concluye Molina.




Venezuela tiene margen de maniobra para honrar su deuda externa

Erika Hidalgo López
el Mundo Economía & Negocios.


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